jueves, 23 de abril de 2015

Origen de los huevos de Pascua

Hemos decidido investigar sobre una tradición cristiana en estos días de Pascua que son los huevos pintados y el conejito de Pascua.
Esta tradición viene desde hace muchos años desde las antiguas civilizaciones de Persia, China, Egipto, Grecia, Centro y Sudamérica, donde el huevo era el símbolo de la vida. Antes de que existiera la celebración judeocristiana, los huevos eran utilizados en los ritos y festivales de primavera y se regalaban o se intercambiaban, ya pintados o decorados.
Estas celebraciones festejaban precisamente el fin del largo y frío invierno, y el “renacimiento milagroso” de los árboles y flores.
Del siglo IX a finales del siglo XVIII, la Iglesia Católica prohibió a los fieles comer huevos durante la Cuaresma pues los consideraba un alimento equivalente a la carne. Con la llegada del Cristianismo, el huevo se transformó en el renacimiento del hombre, al tiempo que la fiesta del equinoccio de primavera pagana se convertía en la fiesta de Pascua cristiana.
Debido a esto, la gente comenzó a conservarlos, y empezaron a cocerlos y pintarlos para diferenciarlos de los frescos y consumirlos finalmente el día de Pascua.
Así fue como se cree que esta costumbre fue introducida en el oeste del continente europeo. Más tarde, la tradición llegó a América con los misioneros. Se desconoce cómo los huevitos se convirtieron en el elemento más importante de las canastas de Pascua, pero existen muchas leyendas.
O que si se encontraban dos yemas dentro de un huevo de Pascua, esto auguraría que la persona disfrutaría de una gran riqueza.
Para San Agustín, Obispo de Hipona y Doctor de la Iglesia, el huevo representaba la Resurrección y la inmortalidad de Cristo, así como la salvación del alma. Para él, partir un huevo de Pascua simbolizaba el momento en el que la enorme piedra que cubría el sepulcro se retiraba milagrosamente para que Jesucristo emergiera victorioso sobre la muerte.
Otra leyenda religiosa cuenta que había un pequeño conejo dentro de la cueva que utilizaron para darle sepulcro a Jesús. La historia dice que el animalito observaba cómo la gente que entraba lloraba desconsoladamente, y él también se entristeció.
El conejito decidió quedarse en el sepulcro aun después de que se colocara la piedra para cerrar la entrada, pues aunque no sabía exactamente de quién se trataba, sabía que debía tratarse de una persona muy importante y muy amada.
Al tercer día, el conejo fue testigo de un milagro: Jesús se levantó.
Entonces, el pequeño animal comprendió que se trataba del Hijo de Dios, y que la gente que lloraba tenía que saber lo sucedido, ya que Jesús había resucitado.
Como los conejos no pueden hablar, el conejo decidió llevarles un huevo pintado como mensaje de vida y regocijo. Desde entonces, se dice, el conejo sale todos los Domingos de Pascua a dejar huevos de colores para que la gente recuerde el día en que Jesús resucitó.

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